El pasado lunes 30 de marzo tuve el honor y la posibilidad de participar en la Final Nacional de Giffard West Cup, el concurso de coctelería organizado por la casa francesa Giffard. Los seis finalistas nos dimos cita en el impresionante Eurostar Tower Madrid.

Moisés Polanco durante su participación en la Final Nacional de Giffard West Cup
Imagen por Laura Zamora

Participé con una receta muy querida para mí: Mexican Daisy. El nombre viene de la familia a la que pertenece: daisies son los compuestos por un alcohol base, zumo de limón y granadina. El gentilicio se lo puse porque el alcohol base que elegí es un tequila reposado y mi utilización del tabasco como bitter o matizador.

Aquí os dejo la receta.

En esta Final Nacional de Giffard West Cup participábamos los siguientes:

Javier Deorador: Ateneo (Madrid)
Juan Manuel Díaz Santos: Restaurante. Marina Davila (Pontevedra).
Alberto Benedicto: Restaurante. Ametzagaña (Guipuzkoa)
Jorge Villa Costero: Gin Premium Bar Klimt (Madrid)
Moisés Polanco : Pouss Art & Drinks (Madrid)
Francisco Javier Dorado: (Las Palmas De Gran Canaria)


Me hizo especial ilusión la colaboración de Javier de las Muelas, nuestro barman más icónico en España. Conseguí una dedicatoria en un ejemplar de su libro XX.

Javier de las Muelas
Imagen por Laura Zamora

Mi libro dedicado por Javier de las Muelas

También acudieron Edith Giffard, la dueña de la marca, y Pepe Dioni, el presidente de la Federación de Barmen de España, que formaban parte del jurado. Su criterio era eminentemente técnico: presencia, ejecución y cóctel.

Un backstage con barmans

No sé si alguna vez habéis participado en uno de estos concursos. La atmósfera que se genera es muy característica. En el backstage todo es camaradería. Y menos mal, porque pasamos muchas horas esperando; esta vez fueron “sólo” cinco horas y media, pero en otras ocasiones menos ágiles pueden llegar a las ocho horas.

Allí dentro charlamos entre nosotros, nos ponemos al día, compartimos trucos y pasión, alguno repasa sus apuntes a última hora, otros consiguen comer algo a pesar de los nervios… Somos perfectamente conscientes de la receta de la que formamos parte: un par de onzas de tensión, treinta mililitros de nerviosismo y un dash de expectativas que cumplir, todo ello en buena agitación durante mucho tiempo en esa coctelera que son las bambalinas.

Las esperas son un poco más llevaderas con las vistas desde el Eurostar Tower Madird
Imagen por Laura Zamora
Mientras, el tiempo transcurre de forma peculiar. Podría nombrar a Einstein, pero dado nuestros escenarios habituales acudiré a una comparación más cercana: cómo sientes el transcurso de los minutos según en qué lado de la puerta del baño en que te encuentres. Los minutos se hacen eternos mientras esperas, pero los míseros siete que teníamos para realizar los cuatro cócteles acaban volando ante tus ojos.

Por eso es necesario unos grandes ejercicios de concentración durante la espera. En mi caso, el autocontrol es fundamental: noto la agitación por todo el cuerpo, en el ambiente. Me veo otra vez esperando a concursar, después de tantos años. Recuerdo las sensaciones que tuve otras veces: mi proceso mental, mis expectativas arriba y abajo, el cansancio que se acumula en la espera, mi repaso mental de mi dinámica bien ensayada… y esa incómoda sensación de exponerte lejos de mi zona de confort, en una barra que no conozco, y frente a un jurado que no va a perder detalle de cada uno de todos mis movimientos…

La Final: los siete minutos de la verdad

Y por fin llega mi turno. Siento que todo ocurre algo distorsionado, con el sonido más lejos y con mi visión en forma de túnel. Estudio la barra, me aliso instintivamente la ropa y distingo miradas de expectación entre el público, alguna cara conocida que me mira queriéndome transmitir ánimo y suerte.

Pero en seguida me doy cuenta de que no consigo hacer las cosas todo lo bien que podría. Olvidos, rectificaciones, pequeños derrames, nervios que se escapan de mi control… Y, lo peor, mi error de intentar escudriñar la reacción del jurado en cada paso. Intento calmarme, resetear y seguir adelante. Pero hay algo que ha venido a visitarme y que no se va a marchar así como así: un temblor en las manos incontrolable o, como dice un amigo barman, mi famosa técnica para airear el jigger.

Sin embargo, llega un momento en que todo eso me da igual. Hoy he venido aquí a disfrutar y a recordar cómo era esto de concursar. Adoro mi profesión, hoy también. Como buen caribeño, mi fuerza es mi instinto y mi pasión, y eso es lo que le transmito a mis cócteles, antes que la técnica impoluta en la ejecución que se puntúa en estos eventos, algo que me parece muy bien pero que, evidentemente, no es mi fuerte. Así que termino mi cóctel, lo presento y me marcho.


El final... de momento

Algunos se fueron alegres, otros frustrados… Yo me fui, sobre todo, terriblemente cansado. Participar en un concurso a este nivel es una tremenda experiencia en la que se aprende muchísimo, es como visitar un mundo aparte, quizás más alejado de lo que pensaba de mi día a día tras la barra, con unas directrices que ponen a prueba mucho más que la destreza que demostramos en nuestro local frente a nuestros clientes.

Eso sí, nadie viene engañado: las normas de la FABE, la Federación de Asociaciones de Barmans Españoles, están muy claritas. Y, por todo ello, creo que la victoria de Juan David Santos fue completamente merecida. Muchas felicidades.

Giffard West Cup