Están de moda. Es algo indiscutible. Representan la distinción, la satisfacción de sus consumidores y, aunque el efecto quizás se diluya poco a poco, exclusividad frente a los demás. Pero... ¿son la mejor opción?

Imagen de Elena González de Sande
para el Instagram de Moisés Polanco


Obviamente, de teléfonos y tecnología sé lo justo, aparte de que tampoco es el tema que nos ocupa. Pero de copas sí sé, y desde un punto de vista profesional, además. Trabajo con ellas todos los días y soy testigo de las reacciones que provocan en distintos tipos de clientes. Por eso puedo decir que la copa de balón, además de no ser la mejor opción posible para servir un cóctel, puede ir incluso en detrimento del producto que servimos. Y os cuento por qué.

La vajilla que se utiliza para cada cóctel tiene un sentido, no es un elemento meramente estético. Las dimensiones, la silueta, la forma en la que el cliente la sujeta para beber… todo esto son características que el cliente percibe instantáneamente. También hay otras que inciden en el resultado final del producto, como su capacidad real, en ocasiones diferente a la capacidad que parecen tener, o la facilidad con la que el barman se maneja con ella.

Había vida antes de la copa balón

En el caso de la copa de balón, la percepción y la experiencia para el cliente parece ser bastante positiva. Eso es lo que he podido observar en los últimos años. Y digo “últimos años” porque no siempre ha sido así. En coctelería, a pesar de que la tradición y los rituales juegan un papel importante, también influyen mucho las modas. Y beber gin tonics de variados ingredientes en copas de balón es una de esas modas. Supongo que sois conscientes de que pasará, como pasaron otras antes que ésta.

Cuando empecé a trabajar en el mundo de la hostelería, hace ya más de diez años, la imagen habitual de un cliente que acababa de pedir su copa era con una mano sujetando su vaso de tubo, con la otra luchando por rellenarlo de refresco entre los empujones de los demás clientes mientras intentaba que no le cayera en el vaso la ceniza del cigarro que llevaba entre los dedos. Porque sí, hubo una época en la que se fumaba en los garitos.

Del vaso tubo pasamos a la copa de sidra o copa de cerveza, más estilizadas, y de éstas a la copa balón, que es la que nos ocupa. Con ella la experiencia cambia notablemente. Entramos en el imperio de los gintonics y el tiempo parece detenerse ante esta copa... tan majestuosa, tan ancha, tan llena de contenido, tan esperándonos para disfrutarla… con su pie y su tallo estilizados y su cáliz de diámetro generoso, que hace que sintamos el frescor al sujetarlo con la mano, llegue enseguida el aroma de la fruta y salpique el carbónico en la cara en el momento de beber… Hace sentir bien, ¿o no?

Pues… ¿qué me decís si os cuento que, a pesar de todo esto me opongo a ella con todo mi ser?



En contra de la copa balón

- Sí, tienen mayor capacidad, pero eso no significa que lleve más carga alcohólica. No, amigos, no; eso no va a suceder.

- Por el contrario, eso hace que, para que quede proporcionado a la vista, debemos echar mucho más hielo que en otro vaso. Así que efectivamente, el alcohol acaba más diluido. Y el cóctel más insípido.

- Desde el punto de vista profesional, más hielo es también más gasto. De acuerdo en que en una copa un poco de hielo más en una copa no parece mucho, pero multiplicad por las cien copas que se pueden servir en una noche. Ya es otra cosa, ¿verdad? Si queréis, haced el ejercicio de multiplicar para ver cuánto más hielo supone esto en un mes, por ejemplo. O en un año. No sólo de hielo en sí, sino de espacio en las cámaras, en energía para producirlo y/o mantenerlo... en fin, lo de siempre.

- Derrochamos mucho producto. Por su forma, o más bien formas, en plural, como ya explicaré, hace que para el barman sea más difícil calcular las cantidades a la hora de elaborar el cóctel, si no lo hace con medidor, como ocurre en muchas ocasiones. Repetid el ejercicio anterior.

- Experiencias diferentes. Como consecuencia de lo anterior, cada vez que un cliente quiera repetir ese cóctel que le gustó tanto, cabe la posibilidad de que no se le ofrezca lo mismo, porque la percepción de las cantidades por parte del barman varía. Y el cliente puede no quedar satisfecho, con toda la razón. Esto es solucionable usando los medidores, pero sabéis tan bien como yo que no siempre tenemos tiempo para eso y el free pour se impone, tengamos o no la técnica y la pericia necesarias. Mientras tanto, la dichosa copa no ayuda.

- Entrando ya en lo que nos atañe directamente a los profesionales, diremos que no es una pieza de vajilla cómoda, en absoluto. Cuesta mucho almacenarlas, no se apilan entre sí, ocupan mucho en la barra, haciendo que tengamos que reponer más a menudo, se lavan mal, se transportan fatal y se puede volver una tortura atravesar locales llenos de clientes con una bandeja llena de copas inestables y desproporcionadas en el peso. Sé que esto son quejas de nuestro día a día, pero que acaban afectando mucho a la calidad del servicio que al final le damos al cliente.

Entonces... ¿por qué?

Con todo esto encima de la mesa, cuando pregunto a compañeros, dueños y trabajadores de hostelería, por qué en sus negocios sirven los gintonics en este tipo de copa la respuesta que me encuentro es casi siempre la misma: “porque al cliente le gusta”. Y ya está.

Y es cierto, es muy bonita. Cumple su cometido. Como un iPhone. Al menos así lo veo yo. No son los mejores en lo suyo, tienen en su competencia alternativas que dan mejor solución a los problemas... pero es que son muy bonitos. Eso es indiscutible. Al menos, las copas no están sobrepreciadas...

Y hablando precisamente de eso, de su precio, acabo con algo que me descoloca y me desquicia a partes iguales. 

El remate de la copa balón

A pesar de que el argumento de lo estético es lo que se impone, en muchos de estos locales se acaba imponiendo una incoherencia que tira por tierra este asidero para continuar sirviendo gintonic en las copas de balón. Efectivamente, se trata de las copas patrocinadas, ésas que “regalan” los proveedores al comprar cierta cantidad de sus productos. Ésas las que, antes o después, muchos negocios acaban usando, aunque sea como reemplazo de las piezas que se van rompiendo.

Si yo lo entiendo. Pero claro, al final trabajamos con copas de diferentes formas, capacidades, calidades o incluso colores. ¿Dónde está aquí la estética? Por no hablar de esas innumerables ocasiones en las que se sirve un producto en el recipiente de la competencia. Obviamente, las marcas saben lo que hacen, faltaría más.

Pero por todo esto expongo aquí mis argumentos. Para ser conscientes del servicio que damos y de las consecuencias que tiene en nuestros clientes. No somos simples intermediarios entre los proveedores y el consumidor final. Soy consciente de que hay clientes que piden directamente su gintonic en una copa balón y que puede ser difícil decirle que no lo servimos así… pero quizás es hora de recomendar a nuestro cliente algo que al final va en beneficio de lo que busca, un cóctel bien servido. El resto son modas.

Mis alternativas os las iré detallando por aquí próximamente. Por ejemplo, esta receta de gintonic con Gin Xoriguer.

Cóctel de Moisés Polanco
Imagen por Elena González de Sande

Y vosotros, ¿estáis a favor o en contra de la copa de balón?